El hábito de estudio

 Desde que un niño nace se van estableciendo diferentes hábitos como son los de comer, dormir, higiene. Estas rutinas llevadas a cabo siempre en el mismo lugar, a la misma hora y de la misma manera facilitará a desarrollar el hábito de estudio.

La adquisición del hábito de estudio es fundamental para desarrollar la capacidad de aprendizaje del niño teniendo a su vez menos probabilidades de tener problemas académicos como el fracaso escolar.

Para la adquisición del hábito de estudio, los padres han de proporcionar a sus hijos ciertas condiciones ambientales.

Al niño hay que facilitarle un lugar destinado al estudio, con una mesa amplia y una silla cómoda. Debemos asegurarnos que  no haya elementos atractivos ni susceptibles de distraerle. Mejor si se sitúa de frente a la pared, y que esta sea neutra, sin fotografías ni juguetes. Debe tener todo el material necesario a su alcance, evitando así, que se levante a buscarlo y se despiste.

Del mismo modo, los padres han de cooperar en que el tiempo de estudio sea lo más relajado posible evitando conversaciones telefónicas, golpes al cerrar las puertas, volumen de la tele elevado, facilitando el mantenimiento de la atención y concentración del niño. Así como, además de exigir el cumplimiento de las tareas, animarle haciéndole confiar en sus capacidades cuando se esfuerza.

¿Cuándo debemos empezar con el hábito de estudio? 
El inicio de la escolarización es un buen momento para elegir el lugar, la hora y la manera. A esta temprana edad no conseguiremos que el niño mantenga la atención más allá de unos pocos minutos pero, lo importante, en estos casos, es la constancia diaria. Las actividades que se realizarán, hasta que traigan tareas escolares, podrán ser puzles, colorear, leer cuentos..., siempre que le guste y motive. La actividad que se elija tendrá siempre que  terminarla y dejarlo todo recogido.

La atención es un aspecto fundamental en el hábito de estudio y se irá desarrollando poco a poco, a medida que el niño y sus estructuras mentales vayan madurando.

Un buen hábito genera mayores posibilidades de eficiencia y facilita el desempeño de las funciones relacionadas con el estudio; permite asimilar más conocimientos con menor esfuerzo y en menos tiempo.

El estudio ayuda al niño en su desarrollo cognitivo, en la solución de problemas, en el autocontrol, en la disciplina, en la perseverancia y en la consecución de objetivos y metas a corto y largo plazo. Además, cuando el pequeño aprende a ser eficaz a la hora de asimilar nuevos aprendizajes, se siente más confiado en sus capacidades.

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